"¿Qué es un espíritu cultivado? Es el que puede mirar las cosas desde muchos puntos de vista." Henry F. Amiel

Patricia Márquez

                                                                                                       (REDACCIÓN SELECCIONADA)

Creo, que como cualquier cosa que intentásemos describir a través de nuestros ojos humanos, el resultado nunca podría ser absolutamente cierto o del todo completo, pero, al intentar hacerlo, ya estamos dando un paso hacia su significado verdadero.

Hay mitos que hablan de los árboles como si fuesen personas, seres ancestrales que adoptaron esa forma, dioses y símbolos de la naturaleza. Dicen que cada árbol encierra un espíritu y por esa razón tocamos madera cuando sentimos miedo, para evocar la antigua costumbre de buscar ayuda en el espíritu del interior del árbol. Otros mitos hablan de ninfas que se transformaron en árboles para escapar de los hombres y cuyos brazos se alargaron para formar ramas, ¿o fue quizás un intento inútil de abrazar al sol, el cielo… lo eterno e inmortal? Quedémonos con la imagen de un espíritu, una esencia que vive dentro del árbol, que lo recorre con la sabia que asciende y lo nutre de vida. Como cualquiera, sueña con las nubes, con volar, aunque tiene que permanecer con los pies en la tierra. Sin embargo, tiene la suerte de conocer el mundo a través de las historias que le cuentan los pájaros, siempre, al oído de las flores.

Desde un punto de vista psicológico, un árbol es comparable a todo ser humano. Es una vida que nació frágil, inocente, que gracias a los cuidados de su madre naturaleza y el calor de su padre el sol, creció poco a poco. Luego tuvo que madurar para poder protegerse de los días de viento y lluvia, del frío de las noches, y se creó entonces un escudo de corteza, una coraza. Igual que las personas cuando crecen y tienen que crearse una personalidad para poder enfrentarse a las dificultades de la vida. Aunque, en el fondo, aún es frágil y vulnerable al dolor. Llora cuando es invierno y pierde sus hojas; ríe cuando es primavera. 

Por otra parte, la ciencia me habla de un ser vivo, que consume dióxido de carbono y produce oxígeno a través de la fotosíntesis. Me dice a que su color verde se debe a los cloroplastos y cómo se relaciona con el medio. Pero, sinceramente, si yo no hubiese visto nunca un árbol, no podría habérmelo imaginado solo con las descripciones científicas, porque no me hablan de cómo siente un árbol, o qué siento yo cuando veo uno; hablan del concepto de los árboles, pero yo vivo el árbol particular. Si te describiesen físicamente a una persona e interiormente a otra, ¿a cuál conocerías mejor? Pienso que no pueden dejarse atrás las emociones, la ciencia me acerca al concepto de árbol, pero al de un árbol muerto, olvida lo que sentí cuando de niña me columpiaba bajo uno. Ese árbol no era como otro cualquiera, para mí no. El concepto va en cada uno de nosotros y necesita ser combinado con tu yo interior, para poder ser verdadero para ti. Y si lo es para ti, entonces es cierto.
Luego me hablaron de Kant. Entonces comprendí hasta qué punto era importante el árbol en mí. Solo podía conocer el que mi razón construía a través de mis percepciones sensoriales. Y la misma palabra nos da una pista de su significado. ‘Impresión sensorial’. Ajustándonos a la terminología, la ‘impresión’ que pueda causar algo es diferente en cada persona y esto depende de tu grado de sensibilidad. Entonces el árbol que yo perciba está directamente relacionado con mi forma de sentir el mundo, ¿por qué entonces se dejan los sentimientos a un lado y se tachan sus caminos? Vanidad. El hombre es vanidoso. Piensa que es mucho más práctico ver cómo funciona un árbol y como puede beneficiarse de él. Los sentimientos nos asustan, en general, porque no podemos controlarlos. El ser humano se abrumaría si dejara volar sus emociones, porque, aunque son mucho más ricas, no le dan una respuesta total y uniforme tal como hace la ciencia. No sentiría control sobre ese ser, lo seguiría viendo misterioso y eso le asusta. Por eso, la ciencia le deja dudosamente más satisfecho. Personalmente, creo que deberían cultivarse ambas cosas, ciencia y educación de los sentimientos, sería una buena forma de acercarse un poco más a la realidad del árbol. Si no, no habría opiniones propias, distintos puntos de vista. La ciencia puede equivocarse, lo que tus sentimientos te digan sobre un árbol, esos no. Hoy se nos aleja de lo que significa ser persona y pensar por nosotros mismos, nos enseñan que algo es cierto porque lo dice un libro, y eso no es así. No enseñan a ser animales, robots, todos iguales y con la misma mentalidad. Sin esencia propia. 

Así que, hoy día, la respuesta que más me ha convencido ha sido la poesía, que no censura mi corazón y me hace ver con cada poema, un árbol diferente, todos verdaderos. Un árbol, es un poema escrito por el sol, verso a verso, rayo a rayo…Tras esto, levanté la vista hacia el almendro. El sol bañaba mi piel y me adormecía. Los pétalos que dejaba caer los noté como sus cálidos besos. Suaves, descendían en espiral. En calma, seduciéndome sin palabras. Y él me miraba; yo, intentando escapar de su abrazo, agaché la vista al suelo, pero de nada sirvió. A medida que levantaba de nuevo la cabeza, mi barrera se derrumbó. Cuando vi de qué forma, de qué manera, había colocado entre mis cabellos unas pequeñas flores. Casi en silencio, susurrando… de forma que yo, no tuve otra salida, más que rendirme a su magia.

4 comentarios:

  1. Patri,,,"sus palabras me dejan sin palabras" jaj.. Ya te lo dije, me encanta como mezclas todo los puntos de vista, pero sin indagar mucho en cosas intrascendentes. Escribes lo justo, y utilizas un lenguaje ESPECTACULAR.. He leido todos, y para mi, o tu o Daniel sois los ganadores

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  2. uii Ele, me parece que Juanjo se va a poner celosillo ehh jejeje.

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