"¿Qué es un espíritu cultivado? Es el que puede mirar las cosas desde muchos puntos de vista." Henry F. Amiel

Seis redacciones seleccionadas por los profesores











Cada profesor ha seleccionado tres textos del otro Instituto. Luego, en clase los leeremos y comentaremos cuidadosamente, para votar un ganador.




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Paloma Moreno

Un árbol es un enorme misterio, un ser extraordinario que puede causar en nosotros sensaciones muy distintas. Un mismo árbol puede ser para cada persona una cosa diferente, aunque su definición científica siempre sea la misma. Pienso que la ciencia nos sirve de bastante poco para realmente conocer a un árbol, la ciencia no nos puede aportar nada más allá de su definición científica pero, sin embargo, un árbol puede llegar a ser un ser magnífico o por el contrario algo terrorífico para algunas personas. Por ejemplo, aquel árbol de aquella plaza puede ser para alguien el árbol más bonito que exista, porque hay fue donde conoció a su gran amor, pero sin embargo ese mismo árbol para otra persona, puede ser el más horroroso que exista porque allí se mató su padre. Ambas personas cuando ven ese árbol sienten escalofríos, ¿cómo puede un árbol causar escalofríos? y ¿cómo explica eso la ciencia? No, realmente la ciencia no puede explicar eso hoy en día, mientras que la filosofía y la poesía pueden explicarlo fácilmente, sin ningún tipo de problema. Lo que quiero decir es que realmente la ciencia de poco sirve en cosas sentimentales. Para llegar a conocer realmente a un árbol necesitamos movernos, investigar, estudiar varios campos como son la ciencia, la filosofía y sobre todo sentirlos, alguien que jamás ha estado en contacto con árboles, que no ha vivido momentos junto a él, raramente podrá llegar a saber que es un árbol, raramente llegará a conocer la verdad del árbol, mientras que alguien que haya tenido bastante contacto con los árboles, que haya vivido grandes momentos y experiencias inolvidables junto a ellos, seguramente llegará a conocer al árbol mucho mejor que cualquier científico, aunque no tenga ni idea de la ciencia y no sepa nada del árbol científicamente.
Pienso que los árboles siguen un modelo de vida que todos deberíamos escoger, pienso que deberíamos aprender de ellos y que realmente los árboles nos están dando una lección. Ellos expresan sus sentimientos, a veces se le caen sus hojas, otras veces se le ponen más verdes, a veces tienen sed y sus hojas se empiezan a secar, pero realmente los árboles son seres muy nobles, muchísimo más que cualquier persona, son seres que a pesar de que a veces estén tristes, luchan por seguir adelante, buscan sus nutrientes necesarios para no morir. Ellos inspiran una sensación de bondad, fortaleza y sobre todo una gran sensación de fuerza, como si nos quisieran decir, que a pesar de todos nuestros problemas debemos de ser fuertes ante ellos, que todo lo malo poco a poco pasa y que esos problemas no nos tienen que servir para hundirnos, sino para hacernos más fuertes, para que de cada problemas aprendamos algo. Como lo hacen ellos, los árboles, ellos no se hunden, no mueren a pesar de que llegue el invierno y halla mucho frío o a pesar de que halla una mala época en la que no tengan apenas nutrientes para sobrevivir, en la que estén tristes y apenas permanezcan hojas en ellos, ellos pasan todos esos malos momentos, pero sin embargo siempre llega algo bueno después, para ellos después llega la primavera en la que se ponen todos muy felices, es su época más feliz, realmente nosotros tenemos que identificarnos con ellos, y apoyarnos siempre en que después de todo lo malo siempre va a llegar algo bueno, quizás ese algo sea demasiado bueno y compense todo lo malo, seguramente ese algo bueno nos haga prácticamente olvidar lo malo, todo lo que hayamos sufrido se ira evadiendo.
Deberíamos recapacitar más y quizás intentarnos parecer a ellos, los árboles serían incapaces de hacer daño a otro seres vivos, ya sean de su especie o no. Al contrario, los árboles acogen a otros seres vivos entre sus hojas, en su tronco, en todo el.
Por ejemplo cuando hace frió o llueve los árboles acogen a los pajarillos entre sus ramas, les dan calor y los protegen. Mientras que nosotros, ¿qué hacemos?, todo nos da igual, nos da igual matar a miles de animales para nuestro provecho, nos da igual hacerles daño, nos da igual tenerlos enjaulados para divertirnos, aún sabiendo que eso debe ser terrible, que jamás queremos que nos lo hagan a nosotros, pero nosotros se lo hacemos a ellos. ¿Por qué? Quizás porque nos creemos superiores, quizás porque nos creemos que dominamos el mundo a nuestro antojo, pero no somos superiores a nada, al contrario yo diría que somos muy inferiores a los árboles por ejemplo, ellos a pesar de no hablar y no poder moverse, saben mucho más de la vida que nosotros, saben mucho mejor como vivirla y sobre todo saben lo que esta bien y lo que esta mal, incapaces de matar, de maltratar... Y a pesar de todo, no se creen superiores a nada ni nadie. Ellos nos dan una clara lección en la vida, de la cuál hay personas que ni se percatan y tratan a los árboles como seres absurdos, inútiles y solo de decoración. Esas personas, son personas incultas, ignorantes, ignorantes de lo que nos quiere aportar un árbol verdaderamente.
Creo que después de esa gran experiencia vivida junto a mis compañeros junto a un árbol, esa experiencia en la que varios compañeros nos aportaban verdades sobre el árbol, después de eso pienso que conozco un poco mejor a los árboles, se un poco más de su verdad, algo más acerca de ellos y realmente e recapacitado mucho sobre los árboles sobre qué serán realmente y porqué están aquí. Pero al fin, creo que e llegado a una conclusión que podría ser válida y acertada, según pienso yo, y es para darnos esa gran lección de la vida, de la que todos tendríamos que aprender.

Víctor Feu

Cada ser vivo u objeto de la tierra no es más que miles de mundos vistos desde cien puntos de vista.

La conversación sobre “¿Qué es un árbol?”, más que aclarar dudas, plantea demasiados interrogantes. Mientras releía la conversación, me iba desconcertando más todavía. No era capaz de encontrar el sentido a los enlaces entre las distintas teorías. Quizá la hipótesis para conocer los objetos que nos ofrece Platón tiene un punto de vista más científico, basando todas sus afirmaciones en los datos sensoriales obtenidos del árbol, por lo que claramente busca apoyo en el Biólogo, para así sentar las bases de su teoría en la definición científica de árbol, que abarca a todos los especímenes del planeta con las mismas características. No he sido capaz de encontrar pegas a la exposición de los primeros personajes; habían descrito al árbol de una manera nada subjetiva y aplicando la relación “caso particular-definición universal” de manera prefecta.

Pero entonces entra en juego Descartes, poniendo de manifiesto la dudosa fidelidad de la visión que nos dan los sentidos del mundo y achacando esta deficiencia a un supuesto geniecillo maligno que podría vivir en nuestras cabezas incitándonos a equivocarnos a la hora de percibir las cosas, pero luego rehúsa esta idea basándose en que Dios es perfecto y es incapaz de darnos la vida para hacernos partícipes de un juego loco. Pero Descartes también ofrece los principios innatos del ser humano como manera para completar los conocimientos que tenemos sobre el árbol. A mí me cuesta creer la existencia del geniecillo maligno y la teoría de Descartes me parece demasiado basada en dogmas religiosos debido a la época en que fue concebida, pero luego aparece Kant, que en mi opinión, arroja un poco de luz sobre el asunto, tomando como ciertos los datos que obtenemos por los sentidos según Descartes, desechando los principios innatos que planteaba y ofreciendo el concepto de “la cosa en mí-la cosa en sí”, diferenciando entre lo que percibimos y lo que de veras existe.

Tras esto, aparece Heidegger, que cuestiona la autoridad de la ciencia para comprobar qué es o no verdadero, y ofreciendo lo que yo he entendido como una ampliación de la teoría de Kant, aplicando quizá los conceptos que por último hace el poeta atribuyendo el valor sentimental que pudiera tener cualquier objeto.

Por último contamos con la visión del poeta, que nos descubre otro punto de vista más sobre qué es el árbol o qué son las cosas, sin centrarse tanto en las definiciones propias del árbol como en las sensaciones que nos abarcan al mirarlo, o el escalofrío que nos recorre la espalda al entrar en contacto con la naturaleza. La visión del poeta es puramente subjetiva, nos muestra sus sentimientos en cuanto al árbol y a la vez lo define, pues, usando figuras literarias y embelleciendo el lenguaje nos habla de sus raíces como si fueran los pies de alguien o unos tentáculos. Sin duda alguna, ninguna de las definiciones aportadas anteriormente ni ningún punto de vista de los anteriores personajes que participan en la conversación podrían compararse a la definición que puede hacer un poeta de las cosas. Nadie más, excepto Heidegger, ha sido capaz de sacar el valor sentimental de las cosas, o aquello que te provocan o te hacen sentir las cosas. Sin embargo esta visión de las cosas, a pesar de que no es el punto de vista desde el cual sacamos la definición universal de todo, nos dice más acerca del autor, o acerca del propio árbol y lo que nos puede inspirar. Por ejemplo, si quisiéramos explicarle a una persona ciega cómo es un color, lo único que podríamos decir serían las sensaciones que provocan ese color.

Yo pienso que las cosas, para que podamos interactuar con ellas deben estar ahí. Ahora bien, quizá suponer eso sea demasiado precipitado. Esta idea del diálogo me hace reflexionar bastante:

“¿Se extiende el prado como vivencia en el alma o sobre la tierra?”

¿Existe todo lo que percibimos o simplemente está en nuestra cabeza? A veces simplemente me planteo si todos somos como esquizofrénicos que ven la vida como su subconsciente quiere que la vean, asignando a cada persona con la que hablamos un rol dentro de una historia inventada. Ese caso sería terrorífico ¿Somos esclavos de nosotros mismos? ¿Somos marionetas con los hilos en las manos?

En los momentos de mayor optimismo incluso soy capaz de creer que el mundo de veras existe, y que al igual que nosotros disfrutamos y sufrimos con nuestra vida, cada persona de todos los millones que pueblan el planeta está experimentando algo diferente, en un caos de pensamientos y sensaciones, y que las cosas de veras están ahí, fuera de mi mente, ocupando un lugar en el espacio, y que a mí me llega un resquicio de eso que está ahí, lo interpreto y puedo obtener mi propia visión de ello. Yo explicaría cómo son las cosas siguiendo la guía que nos propone Kant, pero con parte de los pensamientos que aporta el poeta. Personalmente, sería incapaz de dar una definición de cómo son las cosas sin incorporar algún detalle subjetivo. Por ejemplo, si tuviera que describir el árbol, extraería las informaciones obtenidas por los sentidos e intentaría diferenciar en como veo el árbol dentro de mí y cómo es realmente el árbol, o qué sentimientos provoca en mí cuando veo el color rosado de sus flores.

No todas las cosas pueden ser definidas siguiendo unos criterios científicos, de hecho, los científicos afirman que las sensaciones más fuertes, como el amor, no son más que reacciones químicas en nuestro cerebro que producen sustancias y nos guían hacia lo que nos hace sentir bien. Aun así apostaría a que ni siquiera ellos comprenden cómo es posible que se pueda enamorar la gente, una vez les haya sucedido a ellos mismos, es decir, por más que fueran capaces de explicar el suceso, no podrían explicar qué es lo que les mueve a sentirlo o cómo lo sienten.

Cada árbol, cada estrella, cada color, o cada relación entre dos personas tienen matices que hacen que sean únicos y a la vez indefinibles. En cierto momento dado podrías decir que una estrella es roja, pero tal vez, en otras circunstancias astrales, se vuelva verde. También podemos decir que por algunas personas sientes amor un día, y al día siguiente la odias, o simplemente eres incapaz de definir qué tipo de relación os une o que sientes en torno a ello.

¿Las cosas son las mismas en mí y en sí? Soy incapaz de responder a esa pregunta, si el mundo es diferente a como se me presenta yo no lo puedo saber. ¿La realidad del mundo es cómo lo veo yo o cómo lo ve un perro?

¿Qué son las cosas? ¿Y qué somos nosotros? ¿De verdad formamos parte de un mundo del que no podemos obtener toda la información que nos gustaría? Si el mundo de verdad existe y está ahí fuera, deberíamos percatarnos de por qué y cómo ocurre todo, pensando, claro está, y reflexionando, pero también viviendo y sintiendo las cosas, para descubrir cómo son las cosas para mí y qué me hacen sentir, porque quizá nunca llegaré a saber cómo son en realidad.

Patricia Márquez

                                                                                                       (REDACCIÓN SELECCIONADA)

Creo, que como cualquier cosa que intentásemos describir a través de nuestros ojos humanos, el resultado nunca podría ser absolutamente cierto o del todo completo, pero, al intentar hacerlo, ya estamos dando un paso hacia su significado verdadero.

Hay mitos que hablan de los árboles como si fuesen personas, seres ancestrales que adoptaron esa forma, dioses y símbolos de la naturaleza. Dicen que cada árbol encierra un espíritu y por esa razón tocamos madera cuando sentimos miedo, para evocar la antigua costumbre de buscar ayuda en el espíritu del interior del árbol. Otros mitos hablan de ninfas que se transformaron en árboles para escapar de los hombres y cuyos brazos se alargaron para formar ramas, ¿o fue quizás un intento inútil de abrazar al sol, el cielo… lo eterno e inmortal? Quedémonos con la imagen de un espíritu, una esencia que vive dentro del árbol, que lo recorre con la sabia que asciende y lo nutre de vida. Como cualquiera, sueña con las nubes, con volar, aunque tiene que permanecer con los pies en la tierra. Sin embargo, tiene la suerte de conocer el mundo a través de las historias que le cuentan los pájaros, siempre, al oído de las flores.

Desde un punto de vista psicológico, un árbol es comparable a todo ser humano. Es una vida que nació frágil, inocente, que gracias a los cuidados de su madre naturaleza y el calor de su padre el sol, creció poco a poco. Luego tuvo que madurar para poder protegerse de los días de viento y lluvia, del frío de las noches, y se creó entonces un escudo de corteza, una coraza. Igual que las personas cuando crecen y tienen que crearse una personalidad para poder enfrentarse a las dificultades de la vida. Aunque, en el fondo, aún es frágil y vulnerable al dolor. Llora cuando es invierno y pierde sus hojas; ríe cuando es primavera. 

Por otra parte, la ciencia me habla de un ser vivo, que consume dióxido de carbono y produce oxígeno a través de la fotosíntesis. Me dice a que su color verde se debe a los cloroplastos y cómo se relaciona con el medio. Pero, sinceramente, si yo no hubiese visto nunca un árbol, no podría habérmelo imaginado solo con las descripciones científicas, porque no me hablan de cómo siente un árbol, o qué siento yo cuando veo uno; hablan del concepto de los árboles, pero yo vivo el árbol particular. Si te describiesen físicamente a una persona e interiormente a otra, ¿a cuál conocerías mejor? Pienso que no pueden dejarse atrás las emociones, la ciencia me acerca al concepto de árbol, pero al de un árbol muerto, olvida lo que sentí cuando de niña me columpiaba bajo uno. Ese árbol no era como otro cualquiera, para mí no. El concepto va en cada uno de nosotros y necesita ser combinado con tu yo interior, para poder ser verdadero para ti. Y si lo es para ti, entonces es cierto.
Luego me hablaron de Kant. Entonces comprendí hasta qué punto era importante el árbol en mí. Solo podía conocer el que mi razón construía a través de mis percepciones sensoriales. Y la misma palabra nos da una pista de su significado. ‘Impresión sensorial’. Ajustándonos a la terminología, la ‘impresión’ que pueda causar algo es diferente en cada persona y esto depende de tu grado de sensibilidad. Entonces el árbol que yo perciba está directamente relacionado con mi forma de sentir el mundo, ¿por qué entonces se dejan los sentimientos a un lado y se tachan sus caminos? Vanidad. El hombre es vanidoso. Piensa que es mucho más práctico ver cómo funciona un árbol y como puede beneficiarse de él. Los sentimientos nos asustan, en general, porque no podemos controlarlos. El ser humano se abrumaría si dejara volar sus emociones, porque, aunque son mucho más ricas, no le dan una respuesta total y uniforme tal como hace la ciencia. No sentiría control sobre ese ser, lo seguiría viendo misterioso y eso le asusta. Por eso, la ciencia le deja dudosamente más satisfecho. Personalmente, creo que deberían cultivarse ambas cosas, ciencia y educación de los sentimientos, sería una buena forma de acercarse un poco más a la realidad del árbol. Si no, no habría opiniones propias, distintos puntos de vista. La ciencia puede equivocarse, lo que tus sentimientos te digan sobre un árbol, esos no. Hoy se nos aleja de lo que significa ser persona y pensar por nosotros mismos, nos enseñan que algo es cierto porque lo dice un libro, y eso no es así. No enseñan a ser animales, robots, todos iguales y con la misma mentalidad. Sin esencia propia. 

Así que, hoy día, la respuesta que más me ha convencido ha sido la poesía, que no censura mi corazón y me hace ver con cada poema, un árbol diferente, todos verdaderos. Un árbol, es un poema escrito por el sol, verso a verso, rayo a rayo…Tras esto, levanté la vista hacia el almendro. El sol bañaba mi piel y me adormecía. Los pétalos que dejaba caer los noté como sus cálidos besos. Suaves, descendían en espiral. En calma, seduciéndome sin palabras. Y él me miraba; yo, intentando escapar de su abrazo, agaché la vista al suelo, pero de nada sirvió. A medida que levantaba de nuevo la cabeza, mi barrera se derrumbó. Cuando vi de qué forma, de qué manera, había colocado entre mis cabellos unas pequeñas flores. Casi en silencio, susurrando… de forma que yo, no tuve otra salida, más que rendirme a su magia.

Laura Cano

Antes de tratar estos temas en la asignatura de Filosofía, no me había planteado nunca cuestiones de este tipo sobre los más simples objetos que nos rodean. Nunca me había detenido a reflexionar sobre si las cosas son realmente cómo las percibimos, o si ahí, fuera de nosotros, existe un mundo absolutamente desconocido para todos, un mundo que desgraciadamente nunca podremos llegar a conocer con certeza, ya que lo hacemos a través de nuestros sentidos, esos que en muchos casos nos engañan y riéndose de nosotros nos hacen creer lo irreal.
Primer trimestre, comenzamos a tratar temas de este estilo, opiniones de destacados filósofos, y vamos reconociendo en ello lo cierto y a la vez extraño de todo esto. En un principio todo nos parece lo que solemos llamar una paranoia, ya que es un tema absolutamente nuevo y desconocido para nosotros, y que de no haber sido por esta asignatura, nunca se nos hubiese planteado; pero comenzamos a profundizar en él, y si realmente prestamos atención a ello, vamos descubriendo lo cierto que toda esta idea esconde; eso nos inquieta, nos estremece, y conforme avanzamos nos vamos sintiendo más extraños e insignificantes, a la vez que impotentes de no poder saber qué tenemos ahí fuera. Nos angustiamos y sentimos cierta claustrofobia de encontrarnos encerrados en nosotros mismos, de solo poder confiar en uno mismo, de no poder creer nada más.
Ahora, aplicamos todo lo aprendido a un árbol, a un simple árbol, a un árbol más, por delante del cual hemos pasado decenas de veces sintiendo siempre cierta indiferencia, un árbol que ya nunca será uno más.
Desde pequeños y debido a que afortunadamente vivimos en un entorno en el que podemos contactar a menudo con la naturaleza sin grandes esfuerzos, nos hemos acostumbrado a vivir en un cierto contacto frecuente con la natura, y de este modo hemos dejado de apreciar lo que realmente esta nos puede aportar. A diario nos movemos con prisa, con cientos de cosas que hacer y sin tener la oportunidad de pararnos a disfrutar un solo segundo de los momentos y cosas más insignificantes, de esos pequeños detalles que a menudo ignoramos, y que en muchos casos son lo realmente importante.
Para todos nosotros, ese árbol siempre ha sido uno más, nunca le hemos prestado atención, ni siquiera nos hemos detenido a observarlo durante unos minutos, como ahora hacemos…
En primer lugar, y desde un punto de vista científico miramos al árbol con cierta frialdad, como si de un objeto inanimado se tratase. Ese ser común nos resulta demasiado familiar, pero a la vez pasa desapercibido porque él, al contrario que nosotros o cualquier otro animal, permanece inmóvil donde su destino lo ha situado, indiferente a todo lo que nosotros podamos hacer o decir de él. Sin embargo no cesamos de lanzar definiciones hacia él, de realizar estudios para conocer su funcionamiento. Seguramente sea esa visión científica que acostumbramos a tomar de este vegetal la que nos aleja de ese ser, ser que al igual que el resto siente frío en invierno y siente dolor cuando sus hojas se queman.
De este modo, gracias a la ciencia, conocemos numerosas características del árbol, su funcionamiento, su composición; pero nunca debemos olvidar que sobre cualquier sentimiento que podamos despertar frente al árbol, la ciencia enmudece. La ciencia es una forma de conocimiento fría y subjetiva, que desprecia cualquier sentimiento, por lo que aunque debemos aceptar que ésta nos aporta cuantiosos conocimientos útiles, no deberá ser el único modo que tengamos de conocer al árbol, ya que este es mucho más que una simple máquina que realiza las funciones de nutrición, relación y reproducción.
Como podemos comprobar, es desde el punto de vista científico desde el que desgraciadamente hoy conocemos todos al árbol, por lo que debemos detenernos, y mirarlo desde otras perspectivas diferentes, perspectivas desde las que no acostumbramos a mirar el mundo que nos rodea.
En segundo lugar, observaremos el árbol desde el punto de vista del mito. Remontándonos a nuestros orígenes, al tiempo en que nos encontrábamos fundidos aun con la naturaleza, y no separados y frente a ella, es decir, a cuando aún vivíamos en el paraíso de Dios, descubrimos que el árbol jugaba entonces un papel importante en nuestra existencia. El árbol era quien nos lo daba todo, quien nos daba el alimento, pero también resultó ser nuestra desdicha. Uno de ellos, que en un principio hubiese pasado absolutamente inadvertido ante nuestros ojos, resulto ser el ‘árbol prohibido’, era el árbol del conocimiento, del que no deberíamos comer. Resultamos ser demasiado débiles, y la tentación venció a nuestra voluntad, y comimos. De este modo nos autodesterramos para siempre del reino de Dios, y a partir de entonces todos deberíamos pagar ese acto como los eternos desamparados hijos de Dios.
Así, inevitablemente cuando nos evadimos a la naturaleza como única vía de escape de nuestra ‘loca vida’, y entre arboles meditamos, se nos despierta cierto recuerdo dormido que permanecía en el olvido y que repentinamente recuperamos. Es ese el recuerdo de cuando pertenecíamos a esa naturaleza, a ese reino paradisiaco de Dios en el que convivíamos con nuestro hermano el árbol y del que fuimos expulsados quizás por nuestras propias ansias codiciosas.
En tercer lugar, debemos tener en cuenta el enfoque que filósofos como Platón o Innmanuel Kant han aportado a lo largo de la historia a esta eterna cuestión.
Platón ha sido el primer filósofo cuya perspectiva en este campo hemos estudiado. Según este, debemos elevarnos al mundo de los conceptos, mundo que alcanzamos mediante los datos sensoriales que obtenemos del mundo que nos rodea, y a los cuales posteriormente aplicamos nuestra razón. Esta es una visión genérica y común que la mayoría de nosotros tenía si se nos hubiese preguntado sobre el tema.
Sin embargo, más tarde nos sorprende y desconcierta lo dicho por René Descartes, filósofo que ponía en entredicho todos nuestros sentidos, esos sentidos que constituían nuestro único modo de conocer lo que nosotros denominamos ‘el mundo’. Al oír esto, quedamos algo extrañados, y rápidamente renegamos de ello, pero se nos ejemplifica de un modo muy sencillo en comparación con lo que sentimos en sueños, lo que desordena y descompone nuestras ideas iniciales. Aunque no queramos verlo, existe algo de cierto en todo lo que Descartes plantea; los sentidos nos engañan, no nos ofrecen una visión real e inequívoca de lo que realmente existe ahí fuera de nosotros. Quizás son estos sentidos ese ‘geniecillo maligno’ al que el filósofo francés hace referencia, el que nos embauca y nos hace creer lo que desea en lugar de la propia realidad. De cualquier modo y ante esta adversidad frente a la que repentinamente nos encontramos, el filósofo confía en un Dios bueno, en un Dios que no podría ser tan cruel con sus hijos, como para que estos viviesen en un eterno engaño. Una vez estudiada esta nueva visión del árbol y del mundo en general, y conforme avanzamos y profundizamos en ello, el árbol, al igual que todo nuestro mundo se vuelve enigmático, y nos sentimos algo perdidos y desolados, como ese hijo que ha sido desterrado y abandonado por su padre, por su Dios.
Finalmente conocemos las perspectivas de Innmanuel Kant y Heidegger, cuyas posiciones sean quizás las más similares a las que actualmente podamos tener nosotros. Según Kant, únicamente podemos conocer la cosa en mí, y no la cosa en sí. Eso es algo que constituirá un misterio infinito que continuará llenando nuestras mentes y vidas de preguntas sin respuestas. Debemos reconocer el fundamento en el que el filósofo se basa para ello, y es que, como manifiesta Kant, somos conscientes de que nuestros sentidos constituyen el único modo de conocer el mundo, y éstos no siempre nos brindan un reflejo verdadero de la realidad. Por tanto, podemos conocer características y propiedades y estudiar los objetos, pero eso únicamente será válido para nosotros; no lo será para nadie más, ni siquiera lo será para otra especie animal, ya que estos no tienen sentidos similares a los nuestros e igualmente desarrollados. También Heidegger nos descubre lo ya nombrado: no existe ninguna ciencia que pueda hablarnos de los sentimientos que un árbol puede despertarnos, de lo significativo que este puede llegar a ser para nosotros debido a que hayamos vivido un momento especial junto a él, o a que simplemente tiene cierto valor sentimental debido a la causa que sea. Es en este caso cuando no encontramos respuesta o refugio en ninguna ciencia o reflexión filosófica acerca de él y su realidad, y debemos recurrir a la poesía, que probablemente sea el mayor acercamiento que podamos tener para la expresión de nuestros sentimientos frente a este ser, y aun así, casi con toda seguridad, sintamos impotencia de no poder llegar a expresar y compartir el sentimiento que éste nos despierta.
A partir de este momento, ese árbol al que fuimos a visitar un día con nuestro profesor de filosofía, nunca volverá a ser uno más. Ese árbol siempre será aquel que constituyó el prefecto ejemplo para comprender que no debemos ceñirnos a un solo modo de conocer el mundo, ya que de esta forma, nunca llegaremos a conocerlo. Debemos explorar diferentes campos del conocimiento, desde la ciencia hasta la poesía, ya que todas son igualmente válidas, pero al mismo tiempo no podemos prescindir de ninguna de ellas, ya que nuestro conocimiento quedaría limitado.
Inevitablemente ahora miramos el mundo con otros ojos, y con especial atención a ese árbol, al igual que el resto a los que observábamos con cierta frialdad y con los que ahora tenemos cierto sentimiento fraterno inevitable además de una enorme incertidumbre sentimental al observarlo.

Daniel Fernández


                                                                                            (REDACCIÓN SELECCIONADA)
En éste, mi primer ensayo filosófico me dispongo más que a transmitir el qué es para mí un árbol, a dar mi visión de cómo llegamos a él, cómo formamos nuestra idea del árbol (aplicable a cualquier aspecto). Para esto entraré en temas como la apariencia, percepción, realidad y otros conceptos que utilizamos para establecer nuestro árbol.

Podemos definir percepción como la interpretación de la información que recibimos por parte de nuestros sentidos; y realidad, de la palabra real, algo verdadero, existente. Nosotros construimos nuestra “realidad” en base a y mediante lo que percibimos, lo que sentimos, sin embargo es sabido que no todas las especies, ni incluso todas las personas tenemos una misma percepción de los sentidos, como ejemplo: un daltónico no ve del mismo color las cosas que una persona “normal”, la vista de un búho es diferente a la de una persona, cuando alguien toma drogas tiene una percepción del mundo distinta. Esto nos demuestra que no existe una realidad verdadera única (si no es una realidad verdadera tampoco sería una realidad), o que si existe no podemos conocerla ya que ningún ser es objetivo, todo está condicionado por nuestras diferentes formas de percibir. ¿Existen distintas “realidades”, una sola realidad verdadera o por el contrario no existe ninguna?
La actividad del árbol me ha demostrado que construimos nuestra realidad no sólo contando con los sentidos, sino también mediante las experiencias personales. 

En el relato nos cuentan cómo filósofos y científicos exponen lo que para ellos es un árbol, surgen distintas opiniones e intentan demostrar a los demás que su definición del concepto de árbol es la adecuada. Sin embargo entre toda la discusión llega el poeta, quién nos lee una de sus obras dedicada al árbol, cuando termina todos los presentes quedan sin palabras.
El poeta nos ha demostrado que no existe un concepto único, definitivo, todos han sido formados subjetivamente, aunque nos cueste creerlo, ya no sólo hablamos de la creación de definiciones, ideas, opiniones y conceptos mediante los sentidos (que ya sabemos que son subjetivos), sino también mediante las experiencias que han surgido en la vida de cada uno. De forma más clara: para la Real Academia Española de la Lengua, un árbol es “Planta perenne, de tronco leñoso y elevado, que se ramifica a cierta altura del suelo.”, sin embargo para el niño que juega con su amigo el árbol es un castillo lleno de peligros e inquietantes aventuras por vivir. Ambos conceptos, aunque pueda resultar extraño, serían iguales de válidos, sólo son diferentes puntos de vista, quizá el niño cuando crezca abandone ese concepto y adopte uno más “real”, pero siempre mirará al árbol como ese castillo dónde él jugaba de pequeño, cuando era algo más que “una planta de tronco leñoso”.

Casos como éste lo podemos encontrar en todos los ámbitos, más ejemplos de ello: Hoy ha sido el cumpleaños de miles de personas, el día más feliz o el más importante de la vida de alguien, y para ti quizás sólo haya sido un día más, mientras que el día de hoy será recordado como importante o celebrado para algunas personas, para otras no tendrá importancia alguna y ha sido tan aburrido como los otros, seguramente ni se acuerden de éste día. 

Pienso que una de las frases que mejor puede resumir ésta teoría es la del poeta William Blake: “Si las puertas de la percepción se purificaran todo se le aparecería al hombre como es, infinito.”. Existen tantas realidades, tantos conceptos, que si pudiéramos prescindir de las herramientas anteriormente nombradas con las que formamos éstos, y ver las cosas tal como son, nos daríamos cuenta que todo tiene infinitas connotaciones, que existen tantas realidades como puntos de vista y que éstos también son infinitos.

¿Conclusión a la que llegamos con todo esto?: Un árbol no es más que lo que tú seas.

Raúl Pérez

¿Qué es un árbol? Esta pregunta me crea cierta incertidumbre, a simple vista esta pregunta tiene fácil solución, pero no creo que nadie sea capaz de ofrecer una respuesta cierta. Sencillamente por una razón, puedes contestar a la pregunta mediante el conocimiento científico, mediante la filosofía o mediante el arte. Pero, ¿Acaso una de estas tres formas es la correcta?¿Debo creer en la respuesta que me ofrece la ciencia?¿O quizás la filosofía me acerque más a mi objetivo de responder mi duda?, o en cambio ¿El poder sentimental del arte es capaz de dar una respuesta con certeza? Cultivada en el jardín de la filosofía, ni la obra de arte con más poder de expresar la realidad pueda darnos una respuesta a esta pregunta. Pienso que la posibilidad de resolver estas incógnitas consistiría en fusionar estas tres "artes" desarrolladas por la mente humana, la ciencia, la filosofía y el arte.
Pienso que quizás la mezcla de conocimiento, razón y sentimiento nos ofrecería la respuesta más completa que podemos dar a esta cuestión ¿Qué es un árbol?, y sobre todo nos acercaría mas aunque sin poder alcanzar todavía la verdadera verdad de las cosas.
Centrándome más en darme una respuesta a mí mismo, me planteo diferentes cuestiones.
¿Tiene sentido la existencia de los árboles? Me paro a pensar y tengo una sensación curiosa, soy capaz de imaginarme un mundo sin seres humanos, pero en cambio no soy capaz de imaginarme un mundo sin árboles, quizás sea mi condición animal la que me impide hacerlo, quizás sea que el animal que llevo dentro el que rechaza mi mundo humano y me pide desde lo hondo de mi ser que vuelva al lugar del que provengo, la naturaleza, una naturaleza sustentada por diversos pilares, entre ellos se encuentra este ser tan
¿Es importante la existencia de este ser? este ser es imprescindible para la vida humana en este planeta y de innumerables especies más, este ser riega de vida el planeta tierra, este ser nos proporciona uno de los combustibles que nuestras células necesitan para vivir, el oxigeno, este ser adsorbe el gas que nuestro cuerpo desecha, el Co2.¿Acaso carece de importancia este ser? sinceramente sin la existencia de millones de estos maravillosos seres la vida humana en la tierra sería imposible, y en cambio nuestro mayor defecto, nuestra condición, nos lleva a robarle la vida a miles de estos seres a diario en todo el planeta.
¿Por qué existen los árboles? no tengo respuesta, pero les doy las gracias por existir, sin ellos ahora mismo no podría estar reflexionando sobre su existencia.
¿Me parezco a ellos? quizás mi aspecto no sea semejante, pero ellos algún día nacieron, como yo, algún día morirán. Como yo, ellos se alimentan, ellos crecen, ellos se reproducen, ¿ellos sienten?¿ellos son capaces de razonar? ¿ellos tienen memoria? quizás parezca algo incrédulo, pero ¿puedes demostrarme que no lo hagan? imagina por un momento que ellos se comunican entre sí, imagina que ellos tiene sus pensamientos, sus momentos alegres donde florecen y dejan anidar en su copa, sus momentos tristes donde pierden sus hojas y dejan al descubierto sus ramas, imagina que ellos tienen la capacidad de apreciar la estética, imagina que algún día se vuelven contra nosotros y dejan de regarnos de vida, imagina que el mundo sufriera una deforestación que acaba con estos seres, ¿Qué sería de nosotros?.
Un árbol solo puede carecer de importancia, y puede que solo nos preocupe hablar sobre el colectivo de árboles, pero, un, árbol concreto puede tener un mucho peso sentimental en una persona, quizás esa persona jugaba de pequeña en ese árbol y construyo una cabaña en sus ramas, o puede que acudiera a su sombra los días de verano acompañado de su amada, entonces para esa persona este árbol no significaría lo mismo que para otra persona que pase todos los días andando junto a él y no se pare a observarlo. Recuerdo que a mis 7 o 8 años de edad mis padres tenían un restaurante a las afueras de mi pueblo, cerca del campo. Recuerdo que no me gustaba nada estar en el restaurante y ver a mis padres trabajando todo el día y discutiendo, y sin saber porque, cuando me sentía agobiado por esta situación, montaba en bici y acudía siempre al mismo lugar, acudía al campo, recuerdo un monte sembrado de trigo, donde muchas veces jugué con mi mascota, luna, y en el centro del pastizal se encontraba un alcornoque, no sé por qué razón siempre que me sentía frustrado por las riñas de casa acudía a este lugar, recuerdo que subía al árbol y en sus ramas jugaba al tetrix, leía, y varias veces me quede dormido bajo su sombra. Recuerdo que me gustaba pasar mucho tiempo allí, me sentía lejos de los problemas de mis padres y me evadía de el restaurante, estaba en un lugar donde nadie me podía ver y me sentía muy bien allí. Con el tiempo cuando ya tenía cumplidos 9 años recuerdo que quise hacer una cabaña, me colé en un almacén donde vendían materiales de construcción y me lleve dos “pales”, los arrastre hasta el árbol e intente subirlos a sus ramas para construir mi cabaña, pero no era capaz, así que lo apoye en el tronco del árbol y lo usaba a modo de escalera para subir y bajar de él. Al poco tiempo recuerdo que mi padre me dio una buena noticia, un amigo de mi padre argentino se mudaba a mi pueblo y trabajaría en el restaurante, hasta ahí todo normal, pero la sorpresa fue cuando me dijo que tenía tres hijos. El tiempo pasó y el amigo de mi padre vino a vivir al pueblo junto a sus tres hijos y su esposa. Sus tres hijos y yo nos hicimos muy amigos, pasábamos la mayor parte del día juntos. Así que decidí mostrarles mi lugar favorito, donde tantas horas pasaba, los lleve al gran alcornoque, les gusto mucho y juntos hicimos la cabaña en el árbol, recuerdo que nos quedo muy bien, incluso la decoramos con flores y trajimos nuestros juguetes. Pasábamos los cuatro mucho tiempo allí y decidimos ponerle un nombre a aquel árbol. Lo llamamos Juravapa, ellos se llaman Juanma, Pablo y Valentín, y yo Raúl, así que le juntamos la primera silaba de cada nombre y le dimos nombre al gran alcornoque. Los días que ellos no venían al restaurante yo acudía solo a este lugar y leía o hacia las tareas del colegio, y los días que venían jugábamos desde por la mañana hasta que anochecía en aquel árbol rodeado de trigo.
Paso el tiempo y ellos se mudaron y fueron a vivir a Nerja, y yo ya con 13 o 14 años no encontraba la diversión en aquel lugar ya solitario para mi, y lleno de recuerdos con mis tres amigos, esto unido a que mis padres dejaron el restaurante a las afueras del pueblo y montaron uno en el centro del pueblo, me alejo de aquel lugar. Ya no acudí más bajo su sombra ni subí a sus ramas, hasta el día de hoy, haciendo este ensayo filosófico recordé el Juravapa, y decidí escribir allí, en ese lugar, donde me refugiaba de los problemas y me divertía de pequeño. Ahora mismo estoy subido en la rama donde hice mi cabaña, ya no está, solo queda el y yo, siento añoranza y tristeza pero a la vez alegría al haber vuelto a este lugar y recordar tantas cosas…
¿Qué es un árbol? Para mí, un árbol cualquiera no sabría dar una respuesta correcta. Pero este árbol en el que me encuentro es muy importante para mí, y cuando estaba ya casi olvidado, gracias a este trabajo para el instituto recordé los viejos lazos que me unían al Juravapa.
Y el y yo nos hemos prometido volver a vernos pronto.

Clemente Rodríguez

Muchos autores son los que han ofrecido sus teorías sobre la existencia de los arboles a través de décadas y décadas, podemos nombra como referencia al idealismo platónico como doctrina que se contrapone al realismo y reduce lo que podemos percibir por medio de los sentidos y que es accesible al mero pensamiento, por lo tanto, para este filosofo un árbol se caracterizaría como nascentes y perecederas, del cual tenemos conocimiento sensible, opinión; de lo que es, de la realidad consistente, podemos alcanzar conocimiento inteligible, ciencia.
Descartes trató de excluir las impresiones y el conocimiento por los sentidos, ya que según él, para llegar a una verdad es indispensable alejarse totalmente de los sentidos, que es precisamente a través de lo que percibimos un árbol, por lo tanto tiene que recluirse únicamente en su interioridad intelectual para así, por medio de la razón, llegar a una verdad y preservarse de error, al buscar la verdad se queda únicamente con la razón.
Emmanuel Kant nos dice que "nuestro conocimiento deriva en el espíritu de dos fuentes fundamentales: la primera es la receptividad de las impresiones; la segunda, la facultad de reconocer un objeto por medio de estas representaciones, por lo tanto el árbol estaría dentro de nuestro conocimiento puesto que ha sido percibido y reconocido, por lo tanto conocido.
Según Hegel el árbol seria un conocimiento conceptual, en el cual yo tengo los conceptos de las cosas (esto serían las ciencias en las que hay un efectivo saber), por lo tanto, sé que es un árbol, porque dispongo del concepto adquirido.
Según aristoteles, el árbol tiene existencia puesto que puede ser percibido a través de los sentidos, nos muestra la realidad de las cosas, es decir, todo aquello que no percibimos no existe, por lo tanto los sentidos son fundamentales para la visión del mundo.
Heidegger se pregunta si cuando estamos frente a un árbol realmente está el árbol que vemos o es un simple producto de nuestra imaginación. También cree que lo que vemos es un árbol científico, un simple concepto, pero que además de esta definición científica debemos tener en cuenta nuestras experiencias con el árbol, lo que nos une a él.

Los árboles fueron y son fuente de inspiración para muchos poetas, los árboles nos enseñan sobre lo que es nuestro paso por la vida y nuestra actitud y esperanza para transitar por ella.


La presencia de los arboles según la poesía nos evoca a lo viejo, lo anciano, lo senil, puesto que su vida es longeva, ve y presencia muchas circunstancias habituales de diferentes personas que pasean por sus alrededores, que lo miran, lo tocan, lo observan, lo hacen suyo, o incluso pasan desapercibido, como si por costumbre ya lo tuvieran en su olvido, sin darles la mas mínima importancia a lo que sus sentidos captan, algo habitual y perenne que durante décadas ha estado situado en el mismo lugar, en la misma calle, en el mismo parque.
Otros como yo lo ven como un posible ecosistema para las aves, que fabrican con mucho tesón sus nidos con el fin de que sus crías nazcan y vivan entre sus hojas y sus ramas, cuando estas aprenden a volar y se hacen mayores se dirigen hacia otro árbol y así sucesivamente, por ello veo los arboles como una creación de vida, como algo fundamental para estos y miles de animales que anidan y viven en ellos.
Un árbol me evoca sentimientos, cuando veo sus hojas caer, cuando escucho ese sonido de pájaros aleteando entre sus ramas, esa brisa que acaricia sus hojas haciéndolas bailar, ese aroma a corcho viejo que me hace sentir nostalgia y recordar esos momentos de invierno junto a la chimenea. Y.. ¿Qué pasa cuando ves un árbol y estás enamorado? Que te gustaría sentarte bajo su sombra en una tarde de primavera y sentir ese olor fresco que alimenta la tranquilidad que estás viviendo en ese momento, que te tumbas y ves el cielo a través de sus hojas y se enlazan dos colores el verde y el azul, y sientes como el tiempo no pasa, se para en ese mismo momento en el que piensas en lo maravillo que es sentir, y lo magnifico y perfecto que puede ser el mundo tumbado frente a un árbol.

Juan José Martín

                                                                                                       (REDACCIÓN SELECCIONADA)

Puede que mis sentidos me engañen, que el manto verde desde donde tú emanas, sea solo una ilusión en mi conciencia. Puede que lo que sientas, para mi sea indiferente y la imagen que me muestras, un sueño surgido de las raíces de mi mente. Si bien no se te puede definir, eso no importa. Te dejas sentir sobre aquel melancólico, que preso de la marcha de su compañera, ve como tus infinitas hijas se alejan de ti, para volver a ser parte de tu casa verde, ahora teñida de marrón. Y pasas frío, aunque no te quejas, como le pasa al mendigo en noches invernales. Solo es silencio. Solo estás. Sin amigos, sin nadie que te acompañe. Que duro tiene que ser. Aunque no todo es soledad. Ahora los rayos de la vida penetran tanto en ti, como en mí. Tu corazón florece, desde tus entrañas emana tu savia, llena de vida. Y de nuevo nacen, de ti, tus hijas, tus verdosas ramas y coloridas flores, que te llenan de amor, como agradecidas por que le hayas dado el mayor tesoro: la vida. Y eres sombra para mí en tardes de junio. Y eres nido del pájaro, que con sus cánticos me despierta cada mañana. Y tu inmenso torso, apartamento de dulces ardillas, que corretean a tu alrededor. Sí, el biólogo te estudia, conoce tu interior, pero solo tú interior físico, ese interior que dejará de existir al cabo de los años. Los filósofos discuten sobre tu existencia, pero qué más da. Cada ser te verá distintamente. Para la hormiga, tu tronco es una gran montaña que debe escalar. Para la jirafa, en tu copa brota su fuente de alimentos.

Cuando mueras, en mi recuerdo vivirás, tus átomos formarán parte de la madre naturaleza, esa que tú tanto respetas y nosotros destruimos. Nos hemos dejado llevar por nuevas evoluciones y nos hemos separado de ti. Quizás hayamos sido seducidos por querer ser más que el resto de seres vivos, pero pensándolo bien, no lo hemos logrado. No nos damos cuenta que estamos perjudicándonos cada día. 

Da igual, que cada ser tenga su propio concepto de ti, y aunque no existas, no me importa. Existes en mi mente, en la del búho y en la de la ardilla. Y tenemos esa libertad para definirte, porque tal vez tú seas un sueño irreal, un engaño de los sentidos. Pero mi concepto sobre ti, prevalecerá siempre, hasta el día en que me una a tu fiel madre, la naturaleza. Hasta entonces amigo de tristezas del otoño o del mendigo sol de invierno, amigo mío de primavera, te recordaré siempre. Porque yo soy dios de mis sueños y señor de mi mente.