"¿Qué es un espíritu cultivado? Es el que puede mirar las cosas desde muchos puntos de vista." Henry F. Amiel

Daniel Fernández


                                                                                            (REDACCIÓN SELECCIONADA)
En éste, mi primer ensayo filosófico me dispongo más que a transmitir el qué es para mí un árbol, a dar mi visión de cómo llegamos a él, cómo formamos nuestra idea del árbol (aplicable a cualquier aspecto). Para esto entraré en temas como la apariencia, percepción, realidad y otros conceptos que utilizamos para establecer nuestro árbol.

Podemos definir percepción como la interpretación de la información que recibimos por parte de nuestros sentidos; y realidad, de la palabra real, algo verdadero, existente. Nosotros construimos nuestra “realidad” en base a y mediante lo que percibimos, lo que sentimos, sin embargo es sabido que no todas las especies, ni incluso todas las personas tenemos una misma percepción de los sentidos, como ejemplo: un daltónico no ve del mismo color las cosas que una persona “normal”, la vista de un búho es diferente a la de una persona, cuando alguien toma drogas tiene una percepción del mundo distinta. Esto nos demuestra que no existe una realidad verdadera única (si no es una realidad verdadera tampoco sería una realidad), o que si existe no podemos conocerla ya que ningún ser es objetivo, todo está condicionado por nuestras diferentes formas de percibir. ¿Existen distintas “realidades”, una sola realidad verdadera o por el contrario no existe ninguna?
La actividad del árbol me ha demostrado que construimos nuestra realidad no sólo contando con los sentidos, sino también mediante las experiencias personales. 

En el relato nos cuentan cómo filósofos y científicos exponen lo que para ellos es un árbol, surgen distintas opiniones e intentan demostrar a los demás que su definición del concepto de árbol es la adecuada. Sin embargo entre toda la discusión llega el poeta, quién nos lee una de sus obras dedicada al árbol, cuando termina todos los presentes quedan sin palabras.
El poeta nos ha demostrado que no existe un concepto único, definitivo, todos han sido formados subjetivamente, aunque nos cueste creerlo, ya no sólo hablamos de la creación de definiciones, ideas, opiniones y conceptos mediante los sentidos (que ya sabemos que son subjetivos), sino también mediante las experiencias que han surgido en la vida de cada uno. De forma más clara: para la Real Academia Española de la Lengua, un árbol es “Planta perenne, de tronco leñoso y elevado, que se ramifica a cierta altura del suelo.”, sin embargo para el niño que juega con su amigo el árbol es un castillo lleno de peligros e inquietantes aventuras por vivir. Ambos conceptos, aunque pueda resultar extraño, serían iguales de válidos, sólo son diferentes puntos de vista, quizá el niño cuando crezca abandone ese concepto y adopte uno más “real”, pero siempre mirará al árbol como ese castillo dónde él jugaba de pequeño, cuando era algo más que “una planta de tronco leñoso”.

Casos como éste lo podemos encontrar en todos los ámbitos, más ejemplos de ello: Hoy ha sido el cumpleaños de miles de personas, el día más feliz o el más importante de la vida de alguien, y para ti quizás sólo haya sido un día más, mientras que el día de hoy será recordado como importante o celebrado para algunas personas, para otras no tendrá importancia alguna y ha sido tan aburrido como los otros, seguramente ni se acuerden de éste día. 

Pienso que una de las frases que mejor puede resumir ésta teoría es la del poeta William Blake: “Si las puertas de la percepción se purificaran todo se le aparecería al hombre como es, infinito.”. Existen tantas realidades, tantos conceptos, que si pudiéramos prescindir de las herramientas anteriormente nombradas con las que formamos éstos, y ver las cosas tal como son, nos daríamos cuenta que todo tiene infinitas connotaciones, que existen tantas realidades como puntos de vista y que éstos también son infinitos.

¿Conclusión a la que llegamos con todo esto?: Un árbol no es más que lo que tú seas.

3 comentarios:

  1. Me encanta esta redacción, pues saca bastantes interrogantes y conclusiones que nunca habia llegado a ellas. Lo mejor, "EL ÁRBOL NO ES MÁS QUE LO QUE TU SEAS"

    ResponderEliminar
  2. Cauteloso, a tramos breves, claros, definidos, Daniel nos conduce sin ambigüedad. Un estilo lacónico permite digerir, una a una, cada idea, diferenciadamente, despejando lo accesorio o circunstancial. Si bien su tono es frío, el orden lógico es un gesto cordial. Ya decía Ortega y Gasset: “la claridad es la cortesía del filósofo”. Me ha deslumbrado el estilo más que el pensamiento, la rara virtud de no extraviarse y mantener cada frase en un tono directo y nítido, hasta el final. Demuestra talento para el análisis y la argumentación lógica. En cuanto al contenido, destaca la síntesis final: “un árbol no es más que lo que tú seas”. Daniel ha llegado, por sí mismo, a toda una corriente filosófica que inundó la Europa del siglo XIX: el Idealismo.

    ResponderEliminar