"¿Qué es un espíritu cultivado? Es el que puede mirar las cosas desde muchos puntos de vista." Henry F. Amiel

Juan José Martín

                                                                                                       (REDACCIÓN SELECCIONADA)

Puede que mis sentidos me engañen, que el manto verde desde donde tú emanas, sea solo una ilusión en mi conciencia. Puede que lo que sientas, para mi sea indiferente y la imagen que me muestras, un sueño surgido de las raíces de mi mente. Si bien no se te puede definir, eso no importa. Te dejas sentir sobre aquel melancólico, que preso de la marcha de su compañera, ve como tus infinitas hijas se alejan de ti, para volver a ser parte de tu casa verde, ahora teñida de marrón. Y pasas frío, aunque no te quejas, como le pasa al mendigo en noches invernales. Solo es silencio. Solo estás. Sin amigos, sin nadie que te acompañe. Que duro tiene que ser. Aunque no todo es soledad. Ahora los rayos de la vida penetran tanto en ti, como en mí. Tu corazón florece, desde tus entrañas emana tu savia, llena de vida. Y de nuevo nacen, de ti, tus hijas, tus verdosas ramas y coloridas flores, que te llenan de amor, como agradecidas por que le hayas dado el mayor tesoro: la vida. Y eres sombra para mí en tardes de junio. Y eres nido del pájaro, que con sus cánticos me despierta cada mañana. Y tu inmenso torso, apartamento de dulces ardillas, que corretean a tu alrededor. Sí, el biólogo te estudia, conoce tu interior, pero solo tú interior físico, ese interior que dejará de existir al cabo de los años. Los filósofos discuten sobre tu existencia, pero qué más da. Cada ser te verá distintamente. Para la hormiga, tu tronco es una gran montaña que debe escalar. Para la jirafa, en tu copa brota su fuente de alimentos.

Cuando mueras, en mi recuerdo vivirás, tus átomos formarán parte de la madre naturaleza, esa que tú tanto respetas y nosotros destruimos. Nos hemos dejado llevar por nuevas evoluciones y nos hemos separado de ti. Quizás hayamos sido seducidos por querer ser más que el resto de seres vivos, pero pensándolo bien, no lo hemos logrado. No nos damos cuenta que estamos perjudicándonos cada día. 

Da igual, que cada ser tenga su propio concepto de ti, y aunque no existas, no me importa. Existes en mi mente, en la del búho y en la de la ardilla. Y tenemos esa libertad para definirte, porque tal vez tú seas un sueño irreal, un engaño de los sentidos. Pero mi concepto sobre ti, prevalecerá siempre, hasta el día en que me una a tu fiel madre, la naturaleza. Hasta entonces amigo de tristezas del otoño o del mendigo sol de invierno, amigo mío de primavera, te recordaré siempre. Porque yo soy dios de mis sueños y señor de mi mente.

3 comentarios:

  1. Es un texto magnífico. Creo que gran parte de su fuerza radica en que está escrito en forma de una carta poética y sincera.

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  2. Que gran texto Juanjo. Creo que de los mejores que he leido, poeticamente hablando. Llama la atención el gran uso de metaforas, en el renglón exacto, creando un enlace pleno entre tú y el árbol! Eres claro candidato a ganar

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  3. El poeta habla al propio árbol de frente, cara a cara. No lo humaniza, cosa de buen gusto, sólo lo trata como si fuera alguien. Su voz no es intelectual, es afectiva; no habla de una especie, o de un objeto ahí fuera, pero tampoco lo humaniza, respeta su lenguaje misterioso de árbol. Parece como si… lo defendiera de todos los que quieren nombrarlo, definirlo o violentarlo con sus preguntas vanas. Sigue a su lado, y como entre lejos, oye las razones de filósofos y científicos. No le alcanzan, sólo sabe lo que siente y lo más grande: no le importa que el árbol sea “un sueño surgido de las raíces de su mente”, le basta el amor que le inspira. He aquí la sorprendente frescura y fuerza sus palabras, manan de esa certidumbre sentimental que infunde la belleza cuando, misteriosamente, el corazón no duda.

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